El trabajo de traducir de
una lengua a otra es una tarea apasionante y complicada, especialmente al
tratar de encontrar en tu propia lengua aquella expresión concreta que cada idioma
ha solventado de formas dispares. Cuando algo te hace reconocer la verdad sobre
una situación, en los países anglófonos utilizan reality check, un
concepto que en español hemos resuelto con algo tan refrescante y estival como
un baño de realidad.
En este verano de piscinas
cerradas los baños de realidad se están volviendo de realeza, que no es lo
mismo. La literatura universal nos dejó un cuento para explicarnos lo que
ocurre cuando todas las voces nos invitan a creer que unos hilos invisibles han
tejido el más asombroso traje para el emperador: nadie se atreve decir que no
se ve, salvo quienes no creen en supercherías y afirman sin miedo que el
monarca va desnudo.
Y una versión de aquel
cuento se nos está cumpliendo. Ahora todos dicen que sabían que el anterior
jefe del estado llevaba una vida muy alejada de la formalidad que decía
representar. Tras la famosa entrevista de Selina Scott en el año 1992, se abrió
una rendija por la que salían secretos de alcoba que ya no podían callarse
porque eran archiconocidos. Pero los defensores del juancarlismo habían apuntalado
previamente su gloria de muñidor de la transición y de su heroica intervención
de madrugada en febrero del 81, episodios plagados de lagunas tan oscuras como
las que hay en Soria junto a los Picos de Urbión.
Cuando el cargo público más
importante de un estado se va pasando de padres a hijos dentro de una misma
familia, con mucha endogamia y durante muchos siglos, se corre el peligro de
que el siguiente que te toque en suerte vaya empeorando las fechorías de los
últimos Alfonsos, de la funesta Isabel II o del felón Fernando VII. A algunos todavía les convencía el glamour
del papel cuché y las coronas doradas para justificar una institución que no
atiende a los estrictos principios de igualdad consagrados en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, pero ahora también ellos están recibiendo un
baño de realidad, un reality check con doble sentido porque parece ser
que los cheques que el emérito recibía y ocultaba al fisco tienen toda la pinta
de ser, también, doblemente reales.
Si algún día los
historiadores de aquí tienen acceso a los archivos oficiales con la misma
facilidad que en otros países, tal vez podamos descubrir si las figuras
históricas de finales del siglo XX fueron unos héroes frente al golpismo o unos
medias tintas, si fueron unos patriotas que conseguían contratos para grandes
empresas españolas o unos pillastres que se llevaban dudosas comisiones millonarias
a Suiza y otros paraísos fiscales.
Pero lo peor de toda esta
historia es descubrir que quien te daba un discurso navideño pidiendo
ejemplaridad, estaba sacando reintegros de seis cifras de origen espurio para
gastos familiares. Y ahora, ¿cómo penalizamos al que defrauda en el IVA o se retrasa
en la cuota de autónomos, si el Estado no puede castigar a su jefe emérito por
presuntos delitos muchísimo más graves, cuantiosos y sostenidos en el tiempo?
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