He leído la carta de intenciones de quien va a llevar las riendas de la educación y de la cultura en la región de Murcia, una diputada de ultraderecha que acaba de cambiar de chaqueta y que se esfuerza en disimularlo. Un colectivo de docentes se ha molestado en realizar una corrección de los errores cometidos por Mabel Campuzano en apenas dos folios y medio del texto. Sin ser adivino, ya les anuncio que pocas mejoras cabe esperar en el panorama educativo y cultural de aquella región si quien ha de dirigirla se ensaña de tal manera con su propia lengua, la que tanto dicen valorar y defender, y en la que se supone que era su carta de presentación en sociedad.
Releo ese texto que me cuesta comprender y no entiendo ni por qué lo hizo público, ni por qué nadie le advirtió de la pésima redacción. Imagino que, demasiadas veces, cualquiera que llega a un alto puesto tiende a elegir asesores que saben menos y que siempre dicen que sí a todo lo que se les pregunta, justo lo contrario de lo que aconseja el sentido común.
Admiro a quien reconoce humildemente ignorar algo y me molesta quienes creen saber de todo y se sirven de una impostura perpetua para parecer lo que no son. Hace un tiempo escuché al entrenador del Liverpool contestar a una pregunta sobre la pandemia en una rueda de prensa previa a un partido de fútbol. Jürgen Klopp se revolvió en su asiento y dijo algo tan simple como que era un tema del que no sabía nada y que su opinión era absolutamente irrelevante.
Desde entonces me pienso dos veces antes de escribir a ciencia incierta de cualquier asunto. Uno de esos temas sobre los que tengo unas dudas enormes es la imposibilidad de poner a todas las industrias farmacéuticas mundiales a fabricar vacunas para salvar el máximo número de vidas. Pero aquí, una vez más, chocamos con la madre de todos los males: la codicia de quienes ven en toda esta calamidad que nos ocurre una oportunidad de hacer un gran negocio. Y hay quien defiende a capa y espada la salvaguarda de los derechos de los accionistas de estas empresas, que en poco tiempo contarán muchas cifras en su reparto de dividendos.
Reconozco que ignoro cómo funciona este asunto de las patentes, pero también me pregunto de qué nos sirve tanta ONU, tanta OMS y tantos Estados perfectamente democráticos y defensores de valores humanos universales, si no son capaces de solucionar las trabas políticas, jurídicas y económicas que impiden que todas las personas se puedan proteger contra este virus, que ya se ha llevado muchas vidas, y que ha cambiado el comportamiento, los usos y costumbres de casi toda la humanidad.
Hace unos años se arrasaron países sin permiso de la ONU, alegando una presunta defensa de la seguridad mundial. No me atrevería a pedir que utilizaran la misma argumentación y el mismo método para expropiar las patentes e inmunizar a la población mundial entera, pero quizá habría que hacer algo. De momento revisaré lo escrito, no vaya a ser que tenga más errores que la consejera murciana.
Publicado en el diario HOY el 7 de abril de 2021
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