Los que no tenemos demasiadas habilidades para casi nada nos asombramos fácilmente ante cualquier cosa que nos es imposible. No sé leer un pentagrama y me parece magia que alguien pueda tocar un instrumento musical. Tampoco soy capaz de dibujar un objeto y que el resultado se parezca mínimamente a la realidad. Se sobrevive con todas estas carencias, aunque la que más me ha preocupado es la que me convierte en un inútil total para manejar cifras complejas. Con mucho esfuerzo y sin demasiados éxitos, logré aprobar las matemáticas en el colegio y apasionarme por otros mundos en los que no había demasiadas ecuaciones y en los que las cifras no se mezclaban tanto con las letras, con las que sí he conseguido hasta ganarme la vida.
Sobrevivir sin unos conceptos básicos de contabilidad es poco menos que imposible. Alguna vez escuché hablar de asientos contables y pensé que eran sillas en las que se sentaban unos señores con manguitos negros que apuntaban números en las columnas del debe y el haber. Luego supe que eran algo más sencillo, las simples anotaciones que se hacen en los libros de cuentas.
Imagino que estarán pasando a mejor vida aquellos libros pautados, con su línea roja y su tapa dura. Ya se los han comido las potentes hojas de cálculo que digieren todo lo que se les eche en décimas de segundo y te convierten el déficit y el superávit en unos gráficos que luego hay que saber interpretar. También te permiten destacar con color fosforito aquella cifra que queremos que le entre por los ojos a quien la vea, independientemente de que sea la más importante.
En los últimos tiempos hemos vivido muchos casos en los que quizá hemos no hemos sido exhaustivos y hemos llevado a grandes titulares la cifra impactante: unos cuantos miles de jóvenes se han ido a Mallorca a divertirse como si la pandemia hubiera sido superada. Y el resultado andaba ayer tarde por más de 1.100 contagiados y cerca de 5.000 personas en cuarentena. Algunos jóvenes han sido hospitalizados e incluso han acabado contagiando a algún progenitor.
Este desafortunado y preocupante incidente, que puede tener trágicas consecuencias, ha venido acompañado de injustas generalizaciones hacia toda la gente joven. La cifra de adolescentes que han tenido esos comportamientos temerarios y que están elevando las cifras de contagios, ha sido infinitamente menor que la de quienes tienen su misma edad y han pasado encerrados meses con el mismo civismo que la inmensa mayoría de los adultos. Con una diferencia: que mientras a que quienes tenemos ya una edad podría importarnos menos tanta restricción, hay un par de millones de jóvenes que han seguido a rajatabla lo que tenían que hacer en el momento más florido de sus vidas.
Así que no caigamos en el error de meter a todos en el mismo saco y marcar en fosforito a los miles de insensatos de Mallorca, esos que ahora se quejan de tener que guardar cuarentena. Hay millones de jóvenes de comportamiento ejemplar a los que no se puede descalificar por los dislates de unos pocos. Si revisamos bien todos los asientos contables, aún les debemos mucho.
Publicado en el diario HOY el 30 de junio de 2021
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