Cada 8 de marzo recordamos los sufrimientos que las mujeres han padecido a lo largo de la Historia. En el siglo XIX sus protestas reclamando un trato justo y equitativo se reprimían con centenares de muertes y con intervenciones policiales, porque los sistemas políticos, económicos y patriarcales no se podían permitir que la mitad femenina de la población intentara reequilibrar la balanza de los derechos y privilegios que, por el mero hecho de haber nacido con cromosoma “Y”, ya le corresponden por defecto a la mitad varonil del planeta.
El siglo XX se fue abriendo paso y las mujeres comenzaron a poder votar en algunos países, a no ser esclavas de maridos que no siempre podían elegir y a conseguir derechos civiles que iban suministrándose con cuentagotas y en áreas geográficas muy concretas, porque el 75% de las mujeres del mundo viven hoy como aquí en el siglo XIX.
Durante milenios la violencia hacia la mujer formaba parte del paisaje y en España solo se empiezan a contar los asesinatos de violencia machista desde 2003, aunque cualquier visita a las hemerotecas nos desvela que no había semana sin clarísimos casos de feminicidios escondidos en las páginas de sucesos y dulcificados con la expresión exculpatoria de “crimen pasional”.
El 8 de marzo de 2018 todo cambió sustancialmente y sentimos que los sueños de igualdad eran factibles. Aquel día las calles de medio mundo fueron teñidas e inundadas con los colores del feminismo frente a un machismo incrustado en las raíces de nuestras sociedades y que no se quita ni con agua hirviendo. Ellas tomaron la palabra y una inmensa mayoría se sumó a la esperanza de que la igualdad se acercaba y la estábamos tocando con la punta de los dedos.
Han pasado solo cinco años desde aquella tarde en la que se vivieron las mayores manifestaciones que se recuerdan en la mayoría de nuestras ciudades y pueblos. Ahora nos cuentan que la sororidad vivida entonces no pasa por sus mejores momentos, ya que entre unos y otras han empezado a ensanchar las pequeñas grietas que siempre se producen entre los grupos humanos. Como le ha ocurrido a todas las grandes ideas y corrientes de pensamiento que han pretendido mejorar la vida de los seres humanos, el feminismo puede encontrarse hoy lejos de la inmunidad ante discrepancias, disidencias, escisiones y enfrentamientos.
Esta tarde muchas personas volveremos a pisar las calles nuevamente, porque a esta lucha por la igualdad le queda un largo camino por delante. Aquellos machistas que hace cinco años comenzaron a temer por sus privilegios hoy se frotan las manos al ver enfrentamientos entre postulados feministas.
Ayer encontré en la hemeroteca un ejemplar de este periódico del 9 de marzo de 2018, donde las catorce primeras páginas estuvieron íntegramente dedicadas al éxito masivo de aquel 8M. Si mañana se habla más de división que de fortaleza, significará que el machismo ha encontrado un flanco para el contraataque y estaremos retrocediendo. Por eso creo que esta tarde sería un buen momento para replegar cada una de nuestras banderas particulares y desplegar todas aquellas que nos unen y que son muchas más.
Nos vemos esta tarde.
Publicado en el diario HOY el 8 de marzo de 2023
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