21 febrero, 2024

Artificial


En ocasiones los diccionarios no nos ayudan demasiado a entender la realidad. Ayer busqué “artificial” creyendo encontrar una respuesta clara y acabé más enredado que al principio. La primera definición me hablaba de lo que estaba hecho por mano o arte del hombre y la tercera se refería a lo producido por el ingenio humano. Entre ambas se encontraba la segunda acepción, la que identificaba lo artificial con aquello que no es natural y que es falso. Así que comencé a sacar conclusiones tan confusas, que me fui a pedir auxilio a María Moliner, que suele ser de gran ayuda en estos atolladeros.

 

La genial aragonesa nos explica que lo artificial se aplica a lo que está hecho por el ser humano para contraponerlo a lo que es natural, aunque luego nos añade a la palabra en cuestión el significado de falso, ficticio o que engaña por su apariencia. Será por eso que consideramos más perniciosos los edulcorantes artificiales que lo que producen las abejas, y que huyamos de lo hiperprocesado para buscar sabores más naturales.

 

Pero llega un día en el que lo más humano de todo, esa inteligencia que nos diferenciaba del resto de los seres vivos, ya es capaz de funcionar de manera autónoma. La Thermomix del pensamiento ha llegado y todo será cuestión de echar los ingredientes, apretar el botón y que nos traguemos como auténtico todo lo que nos pongan ante nuestros ojos.

 

Cada día que nos cuentan un nuevo desafío de la inteligencia apellidada artificial surgen dudas de todo tipo, muchas alimentadas por la literatura y un cine de ciencia ficción que se ha encargado de representarnos a monstruos construidos que se rebelan ante sus propios sus creadores. Imagino que esa inteligencia artificial habrá venido para facilitarnos la vida a la humanidad, algo que en mayor o menor medida han logrado múltiples inventos científicos que nos han permitido realizar cálculos complejos en un santiamén.

 

La inquietud ante la inteligencia artificial nos viene por los daños colaterales que pudieran empezar a producirse en una sociedad en la que el verbo parecer tiene más sustancia que el verbo ser. Si alguien es capaz de indicarle al ChatGPT que escriba una columna de quinientas palabras sobre este asunto, jugando con los significados de las palabras en los diccionarios, mencionando la marca comercial de un robot de cocina y a la más grande de las lexicógrafas de nuestra lengua, es probable que obtenga como resultado un texto mucho más brillante, agudo y enriquecedor que el que ahora están leyendo. Bienvenida sea la inteligencia artificial si es para suplir las carencias de un mundo con pereza para pensar, en el que tal vez tengamos que escuchar una voz que nos dé las instrucciones para seguir vivos.

 

Por eso me gustaría que la inteligencia artificial tuviera instalado el sistema operativo de la bondad y el respeto, que citara sus fuentes y que no se apropiara del ingenio y el esfuerzo. Leí hace poco a Irene Vallejo lamentarse de que la bondad fuera considerada una deficiencia de carácter, así que habrá que lograr que sea la primera virtud de la inteligencia, la natural y la que acaba de llegar.

 

Publicado en el diario HOY el 21 de febrero de 2024

 


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