24 julio, 2024

39 000

Las cifras por sí solas no nos sirven de referencia para casi nada. 39 000 puede resultar una cifra alta para comprar un coche gama media y no nos serviría ni para adquirir un apartamento de 30 metros cuadrados. Ocurre también con las dimensiones físicas, para las que también necesitamos referencias. Me di cuenta al ver un reportaje en una granja-escuela de verano: para todos los niños urbanitas su mayor impresión fue descubrir que las vacas no eran del tamaño de los perros sino de la altura de un caballo, que es lo que pasa cuando todo lo hemos visto en una pantalla plana o en una ilustración. 

 

39 000 son las personas de Gaza que han perdido la vida desde que Netanyahu decidiera responder al ataque terrorista de Hamás con un castigo colectivo a todos los habitantes de la Franja. ¿Se imaginan que toda una comunidad de vecinos tuviera que recibir la misma pena de cárcel por el crimen cometido por uno de ellos? Pues me temo que así funcionan algunas mentes del siglo XXI y que parecen recién llegadas desde la mismísima edad media. Les da igual que los bombardeos hayan arrasado hospitales, mercados, colegios, casas, mujeres, niñas, bebés recién nacidos, enfermos o personas de avanzadísima edad. Es lo que tienen los objetivos militares: en sus cuentas de resultados el éxito se celebra cuando mueren más enemigos que compatriotas y, en muchas ocasiones, no importa la edad o la inocencia de quienes son, simplemente, de los otros.

 

Las imágenes también dejan de servir para crear conciencia del problema que se está incubando en Oriente Medio y cuyas consecuencias lamentaremos enormemente en un futuro. Las fotografías de niñas y niños destrozados en bombardeos ya no logran soliviantar a quienes sí pierden la cabeza y lanzan exabruptos por sainetes de política nacional, local o regional que producen vergüenza ajena.

 

Por eso creo que ha llegado la hora de traducir y trasladar lo que está pasando en Gaza para que podamos calibrar realmente lo que ocurre. Ayer leí que los gazatíes muertos podrían alcanzar ya los 39 000, unos guarismos cuya frialdad no logra conmovernos. ¿Acaso lo entenderíamos mejor si nos dijeran que han desaparecido todas las personas que viven en Plasencia, una ciudad extremeña con un similar número de habitantes? El número de heridos alcanza los 89 000, pero nos son tan lejanos geográficamente que tampoco nos quitan el sueño. ¿Acaso porque no los vemos como la suma de nuestros paisanos de Don Benito, Almendralejo y Navalmoral de la Mata? ¿Nos ayudaría a entender la catástrofe ajena imaginarnos estas ciudades tan nuestras con sus hospitales bombardeados y sin personal para atender a casi nadie?

 

Esta semana comienzan en París unas competiciones deportivas que pretenden emular a las que hace más de dos mil años se celebraban en Grecia. Cuentan que aquellos juegos siempre venían acompañados de una tregua olímpica, una suspensión temporal de las guerras para que los deportistas pudieran trasladarse hasta Olimpia para competir. Desearía que el 11 de agosto, cuando se apague la llama en París, esos 39 000 muertos y los 89 000 heridos nos importasen de verdad, como si fueran nuestros vecinos.

Publicado en el diario HOY el 24 de julio de 2024


 

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