La noche del domingo sintonicé un canal de televisión francés en el que, de vez en cuando, iban saliendo los resultados en diferentes circunscripciones electorales. En un momento me pareció ver sobreimpresionado en la pantalla un nombre muy galo como Camille y que iba seguido de unos apellidos cuya procedencia era fácil de averiguar.
Dos Santos de Oliveira eran esos apellidos y pertenecían a una dirigente del partido de Le Pen en la región de Creuse. En la web de la radiotelevisión pública portuguesa pude encontrar una entrevista reciente en la que afirmaba sentirse orgullosa de sus raíces portuguesas, aunque dejaba bien claro y a renglón seguido que se sentía “plenamente francesa”. Imagino que en ese momento estuvo calibrando si debía mostrarse como orgullosa descendiente de emigrantes portugueses, que es por lo que se interesaban los periodistas lusos, o más como responsable de un partido que maldice a quien viene de fuera. Así que Dos Santos de Oliveira optó por la ambigüedad de manifestar una profunda admiración por el camino recorrido por sus abuelos y su padre para integrarse en la sociedad francesa, pero sin separarse un milímetro de sus postulados ultraderechistas.
Mientras las segundas generaciones de emigrantes y con piel más clara se olvidan del pasado para vilipendiar a los que han venido después y en peores condiciones, al sur de los Pirineos andamos enfrascados en una batalla para deshacerse de menores que han llegado a nuestras costas arriesgando sus vidas, porque esa era su única esperanza de sobrevivir. Las normas internacionales, los derechos humanos, el sentido común e incluso el Papa de Roma nos dicen que cosificar a estos menores extranjeros no acompañados y reducirlos a unas siglas, como si fueran carne, puede ser el síntoma de estar perdiendo el sentimiento de humanidad y estar sustituyéndolo por racismo en estado puro.
En Francia al fascismo lo han parado las urnas cuando ya se veía la llegada inminente de la extrema derecha xenófoba a los ministerios. No sé cómo acabó anoche el duelo futbolístico entre Francia y España: quizá Dos Santos de Oliveira se enfadó al ver solo tres blancos en el once titular, o tal vez sean los ultras españoles los que lamenten los fallos de un vasco cuya madre llegó embarazada en una patera, o los del hijo catalán de un marroquí y una guineana que viven en el barrio de Rocafonda en Mataró.
Todos los periodos de la historia nos hablan de invasiones, de guerras para ocupar territorios y también de movimientos poblacionales hacia todas las direcciones que marcan los cuatro puntos cardinales. Los seres vivos migran para sobrevivir y bien lo sabemos quienes vemos a las grullas que huyen cada año de los inviernos nórdicos y buscan parajes más cálidos en el sur.
En la pared de una oficina de extranjería alguien escribió “reniego de los humanos: solicito pasaporte de pájaro”. Algunos pensamos que hay esperanza y que, como en Francia, somos mayoría los que creemos en un mundo en el que el color de la piel o el escaso dinero de su bolsillo no sea excusa para mandar a la Armada a capturar menores que huyen de la muerte.
Publicado en el diario HOY el 10 de julio de 2024
No hay comentarios:
Publicar un comentario