09 septiembre, 2006

Pobres


El nodo hablaba con orgullo del visitante 30 millones. Poco después las islas y las costas españolas se llenaron de jubilados de tez blanca que venían a disfrutar del benigno clima del sur de Europa hasta el fin de sus días. Podríamos deducir que nos encanta que los extranjeros vengan a nuestra tierra y que nos sentimos orgullosos de que nuestro estilo de vida sea envidiado en todos los rincones del mundo. Con estas premisas resulta paradójico que el problema del verano haya sido la llegada de veinte mil personas a las Canarias, pues es de imaginar que tan insignificante cifra no pondrá en peligro la capacidad hotelera del archipiélago. Todo nos revela que, en el fondo, el problema no es de xenofobia, porque entonces nos causaría el mismo desagrado el matrimonio alemán de Mallorca que la familia magrebí de Talayuela. Cuando profundizamos en el asunto descubrimos que la clave de todas las alarmas radica en que los que vienen en cayucos son, simplemente, pobres. Mucho más pobres que los que cogieron una maleta hace 40 años y se plantaron en Frankfurt, sin papeles ni contrato de trabajo, siguiendo los pasos de aquel primo o vecino que se fue con hambre y volvió con coche y una televisión que se veía en colores. Me pregunto si ser pobre acabará siendo considerado tan peligroso como ser terrorista, y si los estados occidentales terminarán elaborando listas internacionales de famélicos y desarrapados. Ahora pedimos ayuda a Europa para solucionar un problema que tenemos que solventar en África, pero no tanto impidiendo que se embarquen como quitándoles las razones que les empujan a subir en mortales cayucos. http://javierfigueiredo.blogspot.com
Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 11 de septiembre de 2006

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