Si alguna vez van a una sala de espera de pediatría o a una reunión de padres de alumnos del colegio se darán cuenta de que, salvo excepciones, sólo hay mujeres acompañando a los niños u ocupándose por los asuntos escolares. Volvía a reparar en ello el lunes pasado, cuando llevaba a mi hijo a unas pruebas de alergia y el médico, al verme entrar, se asombró y preguntó dónde estaba la madre. Le contesté que había pedido yo el permiso y que nos turnamos para estos menesteres. Me atreví a decirle si hacía la misma pregunta sobre el padre cada vez que venía un niño con la sola compañía de la madre y, con cierto malhumor, me respondió que eran las madres las que le servían para algo en estas situaciones. No andaba desencaminado en su apreciación porque en los minutos siguientes me preguntó por toda la vida, obra, milagros y enfermedades de mi hijo, algo que un padre que no hubiera estado acostumbrado a ir al pediatra habría sido incapaz de responder. Fue entonces cuando constaté que permanece en muchos subconscientes un concepto de normalidad sobre los papeles de varones y mujeres que cuesta mucho eliminar. El machismo no se tapa con las leyes y que sean hombres o mujeres quienes aparecen en la cara de las monedas es poco importante, pero precisamente esa irrelevancia nos debiera hacer reflexionar sobre qué llevó a ignorar a los personajes femeninos a la hora de acuñar nuestras recientes monedas: ¿no existían o no se pensó en ellas porque hasta el lenguaje las hace invisibles? Cuando en la sala de espera de pediatría haya tantos varones como mujeres estaremos empezando a salir del túnel de la desigualdad.
Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 18 de junio de 2007
P.S. No se pueden imaginar cuánto nos queda por hacer en el camino de la igualdad. Primero porque las nuevas generaciones de varones no vienen, ni mucho menos, con otro chip. En segundo lugar porque el fascismo machista se encargó de hacer ver que el feminismo no tenía sentido y era algo transochado, cunado en realidad lo que estaban haciendo era defender el status machista desarticulando el movimiento. La igualdad debe empezar desde el minuto 1 del partido: Con coeducación absoluta en la escuela, con re-educación de padres y madres, con igualdad en la pareja. Si una mujer consiente la desigualdad en la pareja está permitiendo que el machismo impere dentro y fuera de casa. Podremos hacer muchas leyes, pero necesitamos cambiar mentalidades. El día que veamos en una moneda a María Moliner, a la que en el año 1972 no dejaron ser académica de la lengua porque el resto de varones eran conscientes que ella sabía más que el resto, no habremos dado un paso pero sí habremos tenido un detalle.
1 comentario:
De hecho tienes muchísima razón, pero, no obstante, hay pequeñas cosas, como en algunos institutos, colégios e escuelas, que es necesário pensar en introducir lo que es la referencia masculina. Como dices la educación y otros tipos de menestres no son tareas exclusivas del sexo femenino... Eso también es igualdad.
Un saludo
"Aquele abraço"
Publicar un comentario