Ángel González se ha ido. Nos deja toda su poesía.
Inventario de lugares propicios al amor
Son pocos.
La primavera está muy prestigiada,
pero es mejor el verano.
Y también esas grietas que el otoño
forma al interceder con los domingos
en algunas ciudades
ya de por sí amarillas como plátanos.
El invierno elimina muchos sitios:
quicios de puertas orientadas al norte,
orillas de los ríos,
bancos públicos.
Los contrafuertes exteriores
de las viejas iglesias
dejan a veces huecos
utilizables aunque caiga nieve.
Pero desengañémonos: las bajas
temperaturas y los vientos húmedos
lo dificultan todo.
Las ordenanzas, además, proscriben
la caricia (con exenciones
para determinadas zonas epidérmicas
–sin interés alguno–
en niños, perros y otros animales)
y el «no tocar, peligro de ignominia»
puede leerse en miles de miradas.
¿A dónde huir, entonces?
Por todas partes ojos bizcos,
córneas torturadas,
implacables pupilas,
retinas reticentes,
vigilan, desconfían, amenazan.
Queda quizá el recurso de andar sólo,
de vaciar el alma de ternura
y llenarla de hastío e indiferencia,
en este tiempo hostil, propicio al odio.
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1 comentario:
Conocí personalmente a Ángel González en un curso en El Escorial en 2003. Era una persona extraordinariamente modesta, cordial, amable... Escuchar en su propia voz algunos de sus poemas fue una experiencia magnífica. Coincidió su presencia en El Escorial con la de Vázquez Montalbán, prematuramente desaparecido al poco tiempo, Benedetti... Estaba muy delgado, casi tanto como el permanente cigarrillo entre sus labios.
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