Cuando en la noche del 11 de julio vi a miles de personas enarbolarse en la bandera y gritar su patriotismo con la musiquilla de Kalinka, la misma que usábamos para cantar OTAN no, pensé que todos los problemas económicos se habían resuelto. Pero la ilusión se desmoronó un mes más tarde, cuando el Instituto de Estudios Fiscales hizo pública una encuesta demoledora que dice que el 43 % de los españoles justifica el fraude fiscal. El 34 % alegan la coyuntura como atenuante, pero hay un 9% que lo entiende como una característica propia, que para eso somos descendientes directos de Lazarillo de Tormes y Guzmán de Alfarache. Los empresarios y profesionales son los más comprensivos con los defraudadores, hasta el punto que un tercio de los mismos reconoce que son ellos los que más ocultan y engañan.
Así que mi gozo en un pozo. Yo pensé que los patriotas lo eran de corazón, que a partir de ahora todos afearían al fontanero o al dentista que factura sin IVA, y que esa explosión de amor a la patria y de sentimiento colectivo se iba a traducir en una trasmutación de las costumbres y en un civismo solidario para apechugar por el bien común. Pero no es así. Por si todo esto fuera poco, leo que la economía sumergida asciende al 23,3% del PIB, y que 240.000 millones de euros se escapan al control del Estado. Si se consiguiera que de esa cantidad se tributara un 7% obtendríamos más de los 15000 millones que van a sacar de los empleados públicos. Pues ya saben, será cuestión de enjugar el déficit buscando a los defraudadores y no entrando a saco a los que tienen nómina. Pero lo segundo es más fácil, claro.
Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 16 de agosto de 2010.
La viñeta es del genial FORGES, que no precisa presentación, pero hay que decirlo. Es de justicia.
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