Las ordenanzas municipales de Barcelona establecen
multas de hasta 500 euros para aquellas personas que duermen en la calle. A
ninguno de los que redactó la norma se le ocurrió un razonamiento bastante
simple: si alguien pernocta en la intemperie es porque no tiene 500 euros y, en
el caso de llevarlos en el bolsillo, se podría pagar una cómoda habitación de
hotel. Tampoco pensaron que una amenaza de ese tipo funciona cuando hay algo
que perder y, desgraciadamente, los que carecen de techo no temen que les quiten
nada. También supimos hace unos meses que rebuscar en la basura de Madrid se
sanciona con la suma de 750 euros, cantidad con la que se puede entrar en un
supermercado y llenar unos cuantos carritos de compra sin mancharse y aguantar
malos olores. Tras ver estos dos ejemplos, uno ya no sabe si estamos regidos
por un batallón de torpes o por los más listos, los que creen que la mejor
manera de eliminar a indigentes y pobres es cobrándoles precisamente a esos
mismos, a los que nada tienen. A simple vista parece un ejercicio de rizar el
rizo, algo así como pretender que los que sufren una vida miserable acaben por
ser los que financien los desaguisados de los poderosos. Ante todos estos
despropósitos uno se pregunta si no estaremos padeciendo una epidemia de
difícil curación, que provoca que sea más molesta la visión de la desgracia que
su propia existencia. Da igual que exista gente que no tiene casa para dormir,
pero que no la veamos a nuestro alrededor. Difícil futuro el de una humanidad
que prefiere no ver lo que ocurre para convencerse de que no existe.
Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 12 de marzo de 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario