Los mismos que se alegran cuando un bien
público pasa a manos privadas, se rasgan las vestiduras si el proceso se
realiza en
sentido contrario. Privatizar es un
verbo moderno y que viste bien, que consiste en otorgar beneficios a unos cuantos
de aquello que podría servir a todos si fuera bien gestionado. En cambio, nacionalizar es un infinitivo que ha
caído en
desgracia. Es algo así como intentar poner al servicio de la comunidad aquellas
estructuras o entidades estratégicas que están en manos de unos pocos. Mentiría si
les dijera que tengo todos los datos y un conocimiento profundo de lo que
ocurre en
Argentina o Bolivia con esas empresas que dicen ser españolas. Tampoco sé a
ciencia cierta si se trata de unos entes tan patrióticos, que jamás osarían
tener filiales domiciliadas en
paraísos fiscales. Por no mencionar la paradoja que es otorgar nacionalidad a empresas que se denominan
multinacionales y que cotizan en bolsa. En cualquier caso, es
interesante escuchar la defensa que se hace de la seguridad jurídica de los
accionistas: en
eso sí que hay que reconocer que tienen toda la razón, ya que no es de recibo
que te birlen los derechos de la noche a la mañana sin posibilidad alguna de
reclamar. Los accionistas de Repsol y Red Eléctrica van a perder poder
adquisitivo porque unos gobiernos democráticos han decidido modificar las
reglas en
mitad de la partida. Lástima que esos defensores de la seguridad jurídica
allende los mares no digan nada sobre la de los trabajadores, los funcionarios,
los maestros, los estudiantes, los enfermos y todos los que cada viernes son
esquilados sin piedad.
Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 7 de mayo de 2012.
*La viñeta es una genialidad de EL ROTO
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