11 junio, 2012

Con fianza


A los que no tenemos fe (o la hemos perdido) siempre nos queda la confianza. Alguno dirá que en el fondo es lo mismo, e incluso me enviarán el fragmento del diccionario etimológico de Joan Corominas para refregármelo. La cuestión es que ya he dejado de preocuparme por las fluctuaciones de los mercados, porque he escuchado que todo se va a solucionar generando confianza, como si fuera energía térmica o eólica. Mientras buscaba en los periódicos noticias sobre el hallazgo de yacimientos de este elemento milagroso, me venía a la memoria una obra de teatro de Tirso de Molina, titulada El condenado por desconfiado, y de la que recuerdo muy vagamente la trama. Había dos protagonistas, un monje asceta llamado Paulo y un criminal de vida disoluta que tenía por nombre Eurico. La paradoja llevó al crápula a la salvación, gracias a un arrepentimiento in extremis, y condenó al religioso soberbio, desconfiado y dubitativo. La confianza es objeto de cuestiones y de mociones, por no mencionar los excesos y las pérdidas. Siempre me ha llamado la atención quienes se siguen fiando de los que no lo merecen una vez tras otra, ya sea en los ámbitos de la alta política o en las relaciones personales. Pero si algo me cuesta entender es a los que se escudan en ideas preconcebidas y recelan de todo aquello que ni conocen, ni pretenden llegar a descubrir, a los que no saben dar una oportunidad ni son capaces de dar un voto de confianza. Quizá crean que “con fianza” solo puede escribirse separado y es la expresión que más vinculan a la palabra libertad. Me temo que se van a condenar, como Paulo.

Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 11 de junio de 2012.


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