No se recuerda en la historia reciente un clamor popular como
el vivido el pasado jueves en todo el país. Proviene de una inmensa mayoría de
la población, que vive de su trabajo, y que se rebela frente a las medidas que
imponen las mafias de especuladores para seguir llenándose sus bolsillos sin
tener que mover un dedo. El gobierno parece seguir dispuesto a no inmutarse
ante las protestas y a cumplir fielmente el mandato del crimen organizado de
los mercados, sumiendo a la población en una situación depresiva, en todas las
acepciones de la palabra. No parece muy probable que Rajoy vaya a encabezar un movimiento europeo y mundial en contra de
los paraísos fiscales y las SICAV, como tampoco que vaya a hacer caso a las
recomendaciones del sindicato de técnicos del Ministerio de Hacienda, que le
han detallado de dónde se pueden obtener 63.500 millones de euros sin fastidiar
más a las capas medias y bajas de la población. Siempre me ha resultado curioso,
en estas discusiones que ahora nos envuelven a diario, los argumentos de los
que no quieren apretar las clavijas a los poderosos: que si les subes los
impuestos a los millonarios se lo llevan, que si es mejor no soliviantarlos
para que inviertan y mil excusas por el estilo. Lo que siempre se ha dicho: que
los emuladores de don Vito Corleone
nunca necesitan ponerse detrás de una pancarta para hacer su santa voluntad.
Ahora nos haría falta un gobierno que escuchara más el clamor popular que las
consignas de quienes nunca se saciarán, de quienes no pararán hasta vernos tan
inermes como esclavos.
Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el
23 de julio de 2012.
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