15 octubre, 2012

Izar y arriar


Me gustan los sufijos que convierten en verbo cualquier sustancia. Caramelizar y cristalizar tienen música propia y sugieren imágenes de postal o texturas de mil sabores. Lo malo de atiborrarse de verbos acabados en -izar es que hay que reparar bien en las contraindicaciones y efectos secundarios, no vaya a ser que para curar un dolor de cabeza estemos provocando una úlcera de estómago. El viernes celebraban algunos los 520 años de aquellas aventuras para descubrir, conquistar, castellanizar y evangelizar lo que llamaban nuevo mundo, mientras otros nos llevábamos las manos a la cabeza a causa de las palabras wertidas por el ministro de educación. Se equivoca Wert si cree que los anhelos independentistas de cada rincón de las Españas se atajan contando en los libros de texto que somos una unidad inquebrantable y unánime desde que Isabel se casara con Fernando. Y no sólo es inútil, sino que puede tener un efecto contrario al deseado: la mejor manera de convencer a quien quiere abandonarte para que no lo haga no es forzándole a ser como tú. De hecho, es mucho más recomendable realizar el viaje en sentido inverso, intentando comprender y parecerte a la otra persona. Pero la verdad es que no veo el patio castellano muy dispuesto a catalanizarse ni un solo milímetro. Lo más grave de este asunto es que el mismo ministro que hace unos meses eliminó algunos Derechos Humanos del curriculum de la asignatura de Educación para la Ciudadanía por considerarlos adoctrinantes, el miércoles pasado no tenía reparo en ir a españolizar Cataluña. En estos asuntos de banderas siempre es mejor arriar que izar. Creo.

Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 15 de octubre de 2012.

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