Las normas de estilo de este periódico aconsejan que los nombres propios de persona aparezcan con letra negrita en artículos y columnas. Si comenzara la de hoy mencionando a Brad Pitt, Shakira o Cristiano Ronaldo, podría captar más fácilmente la atención de ese lector despistado, que mira de reojo las páginas de opinión y que solo empieza a leer cuando le pica la curiosidad. Hoy me hubiera gustado llenar todo la columna de nombres, contar algo de cada hombre, de cada mujer, de cada niña negrita que perdió su vida entre Alhucemas y Almería. Ya nos han dicho que eran subsaharianos, sin explicarnos si el adjetivo llega hasta Mali, Zambia o incluso a los rubios de Sudáfrica. Pero cuando escribo estas líneas todavía no sabemos el número exacto de seres humanos que viajaban en la patera, y Ztardaremos en conocer sus nombres y apellidos. Quizá no los sepamos nunca, porque quien huye de la muerte en lo último que repara es en llevar unos papeles que acabarán mojados, literal y metafóricamente hablando. Tampoco serviría de nada llenar este espacio con nombres raros, impronunciables, con haches intercaladas entre varias consonantes y que nos habrían sonado a chino cantonés. Todo el fin de semana pensando en el drama de José Miguel Domingo, ese señor de 54 años al que le encajaban todas las acepciones del verbo desahuciar, y vemos decenas de vidas ahogadas que soñaban con nuestras migajas, para quienes nuestras miserias eran un pequeño paraíso. No habrá funerales de estado para las víctimas de estos nuevos terrorismos: ni pésames, ni abrazo de las autoridades. Nada. Ni siquiera un nombre que poner en negrita.
Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 29 de octubre de 2012.
2 comentarios:
¡Que razón tienes! La pobreza no conoce límites y la esperanza tampoco.
Gracias por tu comentario. Me anima a seguir escribiendo desde puntos de vista en los que (casi) nadie se pone.
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