Si
le hubiera cortado las alas habría sido mío, no habría escapado. Pero
así habría dejado de ser pájaro y yo...yo lo que amaba era el pájaro.
Estas palabras, que el malogrado Mikel Laboa escribió para una de las canciones más bellas del mundo,
definen lo que está ocurriendo con la justicia y sus controvertidas
tasas. Ya sabemos que los juzgados están llenos de enormes pilas de
expedientes que se eternizan más de lo debido y que sería deseable que
todos los procesos pudieran ser más ágiles, pero poner precio económico a
la reclamación de justicia es poco menos que hacerla desaparecer o
convertirla en otra cosa, es como cortar las alas al pájaro y pretender
que siga siendo un animal que vuela. Además, en este caso hay un
agravante que probablemente viene derivado de la percepción de la
realidad de quien ha establecido las cantidades que hay que apoquinar
para cada tasa. Imagino que serán personas que, como Alberto Ruiz-Gallardón,
llevan décadas cobrando unos sueldos astronómicos y que creen que a los
millones de pobres y precarios de España les sobran los euros a miles
para poder reclamar lo que les pertenece. Este es un asunto más
importante de lo que parece, mucho más que los resultados de las
elecciones de ayer en Cataluña o la paga extra boomerang de los
funcionarios, porque con unas tasas judiciales así estaremos obligando a
una buena parte de la ciudadanía a callar y no decir ni pío a pesar de
tener la razón. Los pájaros sin alas, como decía Mikel Laboa, no son
pájaros, y tampoco podremos llamar justicia a aquella que solo es
accesible para quienes tienen los bolsillos llenos.
Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 26 de noviembre de 20012
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