Un día escribí DD.HH. y alguien pensó que me había equivocado, que la cercanía de las letras “d” y “r” en el teclado me habían provocado un desliz y que lo que estaba abreviando eran recursos humanos. Hoy, que se cumplen 64 años de la más importante declaración para las personas, aquella que pretendía convertir en ley unos derechos básicos y universales para cada rincón del planeta, tiene uno la sensación de que nos están arrebatando lo humano con sustantivos cargados de ideología. Los encargados de seleccionar y despedir a las personas en empresas e instituciones pertenecen a un área denominada de recursos humanos. Cuando se lee la segunda acepción de esa palabra en el diccionario acaba uno por entender muchas cosas de las que pasan a nuestro alrededor, ya que definen recurso como “el medio de cualquier clase que, en caso de necesidad, sirve para conseguir lo que se pretende”. El sistema no necesita personas, se basta y se sobra con recurrir a medios. Hay quien dice que necesitamos una nueva Declaración Universal de Derechos Humanos, que intente tener en cuenta la diversidad cultural del mundo y que sitúe en un mismo plano los derechos sociales, económicos, culturales y medioambientales, sin olvidar a las mujeres, que siguen teniendo obstáculos añadidos. Mientras llega o no, siempre nos cabe hacer un esfuerzo, como los que hacen desde Amnistía Internacional, para que se respete a la población civil en Gaza, no se ejecute en China o en Texas, y no se encarcele a disidentes como en Rusia. En nuestra mano está que los Derechos Humanos no sean cuatro letras que se olvidan.
Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 10 de diciembre de 2012.
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