17 diciembre, 2012

Simbología del horror


En Badajoz han pintado una cruz gamada en la fachada de un bar de comida turca, y en un vídeo aparecen adolescentes saludando brazo en alto, al más puro estilo fascista. Si de estas dos anécdotas concluyéramos que estamos ante el peligro de volver a los años 30 del siglo pasado, estaríamos pecando de alarmistas y exagerados. Pero no dar importancia a estos hechos aislados y dejarlos pasar sin una reflexión sería poco menos que incurrir en una grave irresponsabilidad. El 9 de febrero de 1992 un entrenador de fútbol holandés llamado Guus Hiddink ordenó que fuera retirada una bandera nazi de una grada de Mestalla. Él, que por su edad no había vivido la segunda guerra mundial, conocía lo que sus familiares y vecinos en Arnhem sí habían sufrido. Nosotros, en cambio, no hemos depurado bien nuestro pasado: hace dos días había calles dedicadas a la División Azul y en las hemerotecas de algunos periódicos, de esos que se vanaglorian de lucha centenaria por las libertades, podemos leer gozosas crónicas de guerra sobre los avances alemanes frente a los pérfidos aliados. Más que atemorizarnos por unos gestos o una pintada, quizá deberíamos preocuparnos por un par de detalles: el primero de ellos es cuestionarnos si hemos enseñado correctamente en las escuelas lo que significaron esos totalitarismos; la segunda, y no menos importante, preguntarnos por qué es tan difícil encontrarnos con actitudes como las de aquel entrenador de fútbol holandés, alguien capaz de interrumpir un partido de fútbol para recordarnos que no se puede olvidar la historia de Europa y trivializar con los símbolos de la muerte y la destrucción humana.


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