04 febrero, 2013

Lecciones de corrupción


Hay quien cree que una mala experiencia sirve para inmunizarse y tomar precauciones perpetuas, que un pequeño atropello te convierte en un prudente de por vida cada vez que hay que cruzar la calle. Con la corrupción nos pasa exactamente lo contrario: buceas por los periódicos de hace veinte años, cuando Naseiro, Roldán y Filesa hacían correr tinta, y piensas que después de aquello todo el mundo se habría curado de espanto para no volver a meter la pata (y la mano). Craso error. Los corruptos saben que la sociedad tiene memoria de pez y que nada es más fácil que volver a las andadas cuando el escándalo anterior todavía está caliente.

Si fueran ciertas las cosas que vamos sabiendo de Bárcenas, estaríamos obteniendo una prueba de ese efecto contrario a la inmunización, porque cuando se efectuaron aquellos pagos en 1997 todavía estaba resonando el eco del “váyase, señor González”, frase que Aznar no dejó de pronunciar ni un solo día entre 1993 y 1996. Así que es de suponer que en un par de años, cuando alguien pronuncie el apellido del ex tesorero del  PP, muchos creerán que se está hablando de cenas en un bar. De nada valdrá indignarse hoy o promulgar nuevas leyes si no atajamos la corrupción desde la cuna, reprochando socialmente al que se jacte de haberse saltado la lista de espera gracias a un enchufe o de ahorrarse el IVA de la última reparación doméstica. Anoche escuché a una ex presidenta finlandesa que un país bien educado es menos corrupto y creo que tenía razón. Y no es cuestión solo de saber más matemáticas o idiomas, sino de tener un escrupuloso sentido del deber cívico. Nos falta mucho todavía.

Publicado en las páginas de opinión de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 4 de febrero de 2013.

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