Reclamar justicia no es un acto de
desconfianza ni de mala fe, aunque están tan extendidos los espíritus
serviles, las pleitesías y los resortes para permanecer cabizbajos, que
muchas veces uno tiene que dar explicaciones de por qué reclama sus
derechos. Las bienaventuranzas decían que los que tienen sed de justicia
serán saciados pero la realidad dista mucho de las sagradas escrituras:
a nadie se le escapa que los sistemas judiciales están perfectamente
preparados para proteger a los poderosos y vilipendiar a los inermes.
Incluso las normas constitucionales que salvaguardan los derechos
básicos fundamentales se conculcan con facilidad, porque no hay juez con
capacidad de dictar una ejecución de los artículos 35, 43 o 47. Y si no
tienes manera de que te escuchen cuando reclamas justicia, no se te
ocurra romper cristales
o mear fuera del tiesto, que esas argucias solo están permitidas para
determinadas castas, y corres el peligro de que te juzguen y te condenen
mañana mismo, con una celeridad que solo se aplica para unos.
En
una semana nos ha dado tiempo de comparar el trato recibido en un
juzgado por una mujer con apellido borbónico, que no se enteraba de las
millonadas que amasaban sus sociedades, y por 19 personas que querían
hacer oír su grito a favor de una renta básica que los aparte de la
miseria absoluta. Podemos discutir muchas horas sobre la manera de
hacerse escuchar en este mundo, donde unos solo necesitan descolgar un
teléfono y otros han de subirse a la mesa, pero no caigamos en el error
de crucificar a los que tienen hambre y sed de justicia, porque no
sabemos lo que haríamos si estuviéramos en su lugar.
Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 17 de febrero de 2013.
2 comentarios:
Hola Javier.
Te adjunto un enlace de un articulo de Juan Andrade donde, a proposito de la misma noticia, reflexiona sobre los medios y los que se rebelan frente a ellos.
Un saludo.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=180997
Gracias. Muy interesante el artículo de Juan Andrada.
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