06 septiembre, 2017

Generación del 98


En una tira cómica del genial Quino aparece Miguelito quejándose a su amiga Mafalda de que la Historia que le enseñan en la escuela trata de cosas ya antiguas y pasadas. Me acordé de esa viñeta hace un año y me apunté en la agenda que la primera columna del siguiente mes de septiembre tenía que dedicarla a escribir un alegato sobre la estulticia de las tradiciones del pasado que no se sostienen desde la razón, que provocan daño y sufrimiento. La próxima semana volveremos a hablar del toro de la vega y este verano hemos visto barbaridades auspiciadas en argumentos tan sólidos como “esto siempre se ha hecho así”.



El año pasado me sorprendió ver una noticia en medios nacionales sobre las novatadas y que estaba ilustrada con una imagen captada en Extremadura, con jóvenes embadurnadas de harina y huevo sufriendo humillaciones que una persona con capacidad de cursar estudios universitarios debería rechazar, por mucho consentimiento que aleguen incluso quienes las sufren. Sé que desde hace algúntiempo las autoridades universitarias han actuado para intentar erradicar estos vestigios que no sé si son medievales o prehistóricos, y han dejado claro que no participar en estos ritos iniciáticos no debe ser motivo de discriminación o acoso.



Pero como creo más en convencer que en castigar, pensé que era el momento de cambiar la estrategia para eliminar unas prácticas que en Portugal han causado muertes y han sido objeto de un debate público de primera línea. Es hora de romper con las tradiciones animando a la generación que un día decida organizarse para no seguir como ganado ovino lo que hicieron sus antecesores. La historia la cambian quienes no siguen la senda de la venganza y son capaces de decir basta.



En los próximos días comenzarán su segundo curso universitario quienes nacieron en 1998 y pueden hacer dos cosas: vengarse en los recién llegados de las afrentas sufridas el año anterior o intentar ser revolucionarios y pasar a la historia como los que se pararon a pensar, entendieron que dar la bienvenida tiene mil formas más humanas y acabar con la estupidez centenaria de reírse de los novatos y hacer chanzas a su costa. Nada más útil que premiar a toda una generación con el hito de haber sabido separar las tradiciones hermosas de las que no tienen ni puñetera gracia.



De la nueva generación del 98 no será fácil que salgan personalidades tan irrepetibles como Unamuno o Valle-Inclán, aunque quizá surjan muchas mujeres excepcionales y que en el pasado no pudieron brillar como debieron, siempre olvidadas o en segundo plano. En las manos de quienes acaban de cumplir diecinueve años está la gloria de cambiar la historia o la miseria de pasar inadvertidos por ella y perpetuar tradiciones sin sentido. Espero que hagan como Miguelito, a la que Mafalda acabó preguntando en aquella viñeta, con las peculiaridades del castellano de Argentina, que cómo quería que le contaran la historia y respondió que “para adelante”. Así se hace historia.



Publicado en el diario HOY el 6 de septiembre de 2017.

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