18 octubre, 2017

Mientras tanto

Las personas que han tenido la oportunidad de salir de la órbita terrestre suelen quedarse impresionadas por las minúsculas dimensiones de nuestro planeta dentro del universo. Acercarse a la tierra y ver las masas de nubes moviéndose, el blanco de la Antártida o las columnas de humo de incendios gigantescos debe de ser un ejercicio en el que se conjuguen la admiración y el pánico. A pesar de lo que nos habían contado, ninguna obra humana se divisa desde fuera de la atmósfera, porque la Gran Muralla China la cubre ya una perenne capa de contaminación que la ha vuelto invisible. Sí que comienzan a ser perceptibles algunas actuaciones humanas de las que no cabría enorgullecerse, como la destrucción de la selva amazónica, el pulmón del planeta.

Si viniera un extraterrestre libre de prejuicios y viera a qué estamos dedicando nuestras preocupaciones y nuestros telediarios, nos pediría que tomáramos distancia, que nos apartáramos, que intentáramos ver las cosas con una perspectiva global. Nos diría que las discusiones sobre las fronteras internas que hemos puesto sobre la tierra son tan patéticas e inútiles como el dilema entre salvar las joyas de la abuela o las escrituras del piso cuando la gigante ola del tsunami está a cinco metros de nuestra ventana. Mientras tanto, mientras que algunos creen que el mundo entero se resquebraja por un ponme aquí una frontera, hemos superado el ecuador del mes de octubre sin quitarnos las sandalias y sin desenchufar el aire acondicionado, en Somalia han fallecido en un solo atentado casi tantas personas como en el 11M de Madrid y en la discoteca de París, en Portugal han muerto 38 personas atrapadas por el fuego, más de 40 en California y Galicia ardía el domingo por los cuatro costados.

Todas las alarmas están anunciadas por los científicos más prestigiosos del mundo y no se ve ni un solo intento serio para intentar salvar el planeta. A este paso es probable que en 30 años ningún ser humano goce de mejor calidad de vida con respecto a lo que tenemos ahora, pero la misma incapacidad que tenemos para distanciarnos y ver las cosas con cierta perspectiva la estamos desarrollando con la dimensión temporal. La inmediatez nos impide pensar a largo plazo, como los malos jugadores de ajedrez que capturan una pieza que le ponen delante sin pararse a pensar en que se han metido en posición perdedora que acabará pagando en tres movimientos.

No sé si en las próximas horas tendremos un ejemplo práctico de esa incapacidad para alejar perspectivas y evitar la siembra de tragedias que brotarán en el futuro. Quienes nos advierten del cambio climático no están siendo escuchados y quienes claman por el diálogo están siendo despreciados desde todos los lados. Hace unos días leí una entrevista a Slavanka Drakulić y afirmaba que en Yugoslavia, con el tiempo, todos han acabado lamentando el haber silenciado a las voces conciliadoras. Solo espero que aprendamos de los errores ajenos.


Publicado en HOY el 18 de octubre de 2017

Fotografia tirada pelo bombeiro português Helio Madeiras  em Vieira de Leiria

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