Nada de lo que va ocurrir esta semana era imprevisible. Sabíamos
que tarde o temprano comenzarían a dictarse sentencias contra el Partido
Popular en todos los casos en los que han estado implicados sus dirigentes,
desde ministros hasta concejales de localidades pequeñas. Cada minuto que pasa
con el PP al mando de todas las altas instituciones del Estado es un tiempo
perdido para una necesaria regeneración de la democracia y una recuperación de
las libertades civiles amordazadas.
No todos lo tienen claro y ni en el partido de Pedro Sánchez es
unánime el aplauso a la moción presentada. El lunes escuché a un antiguo barón del PSOE que decía estar mucho más preocupado por el independentismo que por lo
que habían malversado y robado los gobernantes populares. Sin entrar en
comparaciones, a lo mejor el problema está en que no calibramos bien lo que nos
ha supuesto esa corrupción que los expertos cifran en más de 90.000 millones de euros. Si uno lleva más de tres décadas en coche oficial y ganando el triple
que el ciudadano medio, es probable que los latrocinios de la calle Génova de
Madrid no los haya notado jamás en su ritmo de vida.
Pero si hacemos las cuentas de otra manera todo cambia: imaginen por
un momento que a cada uno de los miembros de su familia un atracador les
levantara 40 euros a punta de navaja el primer día de cada mes y durante todo
un año. En enero les parecería una casualidad, en febrero algo intrigante, en
marzo clamarían al cielo y en abril estarían pidiendo en la comisaría que detuvieran
al ladrón de una vez. Al llegar a fin de año les habrían soplado casi 500 € y
uno imagina que las calles estarían llenas de gente protestando por la ola de
inseguridad y para que arrebataran al malhechor el arma blanca.
Esta es la estructura profunda de lo que se dilucida en los
próximos días. Si somos capaces de apartar del poder a quienes se enriquecieron
mediante el empobrecimiento de las arcas públicas y de los bolsillos de los más
débiles, o nos ponemos a discutir si hay que desarmarlos desde la izquierda o
ayudándonos de una toalla naranja o amarilla.
Antes de que empiecen a caer otras sentencias, y con la certeza de que la moción de censura no saldrá adelante por culpa de los que anteponen intereses particulares, territoriales o electorales, uno se pregunta si es necesario sacar defectos a las salidas de emergencia en el momento de ser utilizadas. Cuando te acorralan las llamas en un rascacielos o el barco se va a pique en una noche de invierno, uno no puede pararse en detalles sobre a la robustez de la escalera de incendios o sobre si el bote salvavidas aguantará la embestida del temporal. Hay un momento en el que no hay otra opción que no sea escapar: salir de aquí, cuanto antes, que tiempo habrá para desandar pasos y singladuras.
Antes de que empiecen a caer otras sentencias, y con la certeza de que la moción de censura no saldrá adelante por culpa de los que anteponen intereses particulares, territoriales o electorales, uno se pregunta si es necesario sacar defectos a las salidas de emergencia en el momento de ser utilizadas. Cuando te acorralan las llamas en un rascacielos o el barco se va a pique en una noche de invierno, uno no puede pararse en detalles sobre a la robustez de la escalera de incendios o sobre si el bote salvavidas aguantará la embestida del temporal. Hay un momento en el que no hay otra opción que no sea escapar: salir de aquí, cuanto antes, que tiempo habrá para desandar pasos y singladuras.
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