Hay quienes piensan que la redes sociales no aportan nada bueno y
quienes creemos que un uso comedido y sensato puede ser una fuente más para el
conocimiento y la reflexión. Cristina es una periodista que de vez en cuando
cuelga unas palabras en su muro que nos obligan a pensar, a repasar qué hicimos
o dejamos de hacer para llegar una determinada situación. El domingo pasado,
parafraseando la canción de El Último de la Fila, se preguntaba dónde estaba la
prensa hace 10 años, cuando la enfermera de Irún Nagore Laffage fue asesinada
en Pamplona por un joven médico psiquiatra.
Nosotros estábamos lejos, los medios generalistas de todo el país
ignoraron el asunto y solo la prensa regional, esa que en la capital llaman “de
provincias” y que a veces es más útil que la que se imprime en los madriles, se
hizo eco del caso.
Durante toda esta semana, coincidiendo con los Sanfermines, se
puede ver en abierto un largometraje documental de Helena Taberna que lleva por
título Nagore y que la directora ha
pedido que se proyecte en casas de la cultura o en asociaciones, que no se vea
a solas sino contrastando pareceres e impresiones, creando foros y
planteándonos qué ha pasado, cómo lo vemos y qué podemos hacer para remediar
situaciones similares.
Cristina se preguntaba en su muro qué razones habían llevado a que
el caso de Nagore no hubiera causado una respuesta social tan honda, tan
unánime y tan rotunda como el rechazo a la manada. También nos planteaba el
dolor que produce que su asesino esté suelto hoy y que Nagore muriera
invisible, sin manifestaciones ni lemas. Después de ver la película de Helena
Taberna cada uno sacará sus conclusiones y creo que, lamentablemente, muchas
respuestas a todas esas preguntas radican en la diferente manera de ver las
cosas dependiendo de quién sea la víctima y quién el victimario.
Tengo la certeza de que si los papeles hubieran estado cambiados,
si un enfermero hubiera hecho lo mismo con una médico de buena familia y
apellido conocidísimo en una capital de provincias, nos habríamos enterado de
todo, el criminal estaría todavía en la cárcel y no se habría extendido esa
especie de benevolencia hacia un joven que “cometió un error de juventud, se
emborrachó, no sabía lo que hacía y al que no se le puede arruinar la vida”.
Ayer nos enterábamos de que el gobierno quiere modificar el Código
Penal para garantizar que los tipos penales no se pongan en riesgo con la
interpretación de los jueces. Un cambio que implicará que no decir expresamente
que sí significará claramente que no. Todo esto llega tarde para la víctima de
la manada y para otras tantas como Nagore. Las leyes podrán proteger un poco
más, pero necesitamos que lo de este fin de semana, donde dos de las tres
asesinadas ya habían denunciado al agresor, no vuelva a ocurrir. ¿Y si
consideráramos ya a la violencia de género como el más extendido de los terrorismos?
Publicado en HOY el 11 de julio de 2018
El largometraje-documental Nagore puede verse en abierto hasta el 17 de julio en https://vimeo.com/191833250 accediendo con la contraseña
Nag43985746
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