Mientras
en el mundo comienzan a manifestarse sin rubor los que dejarían morirse en el
mar a quienes huyen de la muerte, y los que venderían armas a quienes las
usarán para matar inocentes, se nos marchaba Pepe Álvarez. A muchas personas no
les dirá nada ese nombre pero quienes en Badajoz tuvieron la oportunidad de
conocerlo saben que era una persona de una humanidad incomparable, de un enorme
sentido de la justicia y de un inquebrantable compromiso con los más débiles.
Algunos
lo conocimos hace 25 años, cuando las tiendas de campaña se instalaron en el
Paseo de la Castellana de Madrid y en otros lugares de España y de Extremadura.
Se pedía algo tan revolucionario como que cada país del mundo desarrollado
dedicara un 0’7 de su PIB al desarrollo de los países empobrecidos, aquellos
que siguen llamando del tercer mundo. A veces me pregunto por qué casi ningún
país llevó a cabo ese pequeño esfuerzo que nos habría evitado infinidad de
problemas posteriores. Pero Pepe, además de mirar por los que están muy lejos, era también una persona entregada a su colegio, al barrio humilde en el que estaba situado y a las familias más
necesitadas del entorno.
Dos
días después de la muerte de Pepe leí un tuit irónico que parecía haber sido escrito en pleno 1933: ¿a mí qué me importa el ascenso de Hitler si yo vivo en
Polonia? Releer esta pregunta con la
perspectiva que da la Historia nos haría ver a quien pronunció esas palabras
como a un incauto, alguien incapaz de ver lo inútiles que son las fronteras
terrestres para impedir la propagación de virus, bacterias, epidemias, ideas
malévolas o intenciones totalitarias. En cambio, esas palabras podrían tener
toda lógica en un ciudadano de Varsovia que en 1933 vivía ajeno a lo que
ocurría en la casa del vecino.
Desde
el pasado domingo Trump tiene otro gran aliado en América. El norte y el sur
del continente ya tienen a sus gobernantes más poderosos cortados con el mismo
patrón, con la diferencia de que en Brasil los contrapoderes posibles están ya
en manos de Bolsonaro y que muchas de las bravuconadas de Donald sí que serán puestas en práctica por Jair.
¿Todavía
vemos muy lejos el horror del racismo, de la homofobia y de la aporofobia? ¿Aún
pensamos como aquel polaco que veía imposible la invasión de 1939? Quizá
deberíamos apresurarnos a buscar explicaciones a la ola de ideas intolerantes
que ganan terreno en muchos sitios y, sobre todo, a buscar antídotos contra los
que creen que la culpa de nuestra pobreza la tienen los paupérrimos que han
venido de más lejos.
Instalar
la bondad en el sistema operativo de los humanos puede ser una de las mejores
opciones porque de maldad vamos sobrados. Algo tan sencillo como enseñar a
todos, y desde muy pequeños, que somos iguales, que tenemos los mismos derechos
y que hay pan para todos si lo repartimos bien. Eso sabía hacerlo muy bien
Pepe.
Publicado en el diario HOY el 31 de octubre de 2018
1 comentario:
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Muy justas palabras. Amar y compartir es la solución a tan graves problemas. Conocí a Pepe y es b la mejor persona que he conocido. Un saludo.
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