Ayer en la
contraportada de este periódico entrevistaban a Javier Mur, un joven maestro de
Monzón (Huesca) que recibió hace cuatro años un premio por la manera en que
resolvió un problema surgido en su grupo de 4º de primaria. Guillén era un
alumno que tenía cáncer, estaba recibiendo tratamiento y no podía ir a clase por
tener las defensas muy bajas, pero con la implicación de todos consiguieron que
el compañero salvara el curso y la vida.
En septiembre
estrenan una película basada en esta historia y también volverán a llenarse las
aulas. Al olor a libro estrenado y a goma de borrar recién comprada, se añaden hoy
preocupaciones similares a las que Javier Mur tuvo que afrontar en su día: habrá
que tener cuidado con todo, no tenemos claro cómo lo vamos a hacer y mil preguntas
sin contestar y que, como decía Eduardo Galeano, quizá nos las hayan cambiado tras averiguar las primeras respuestas.
Enseñar y
aprender hay que hacerlo mirando a los ojos, sin pantallas físicas ni mentales.
Sí, hay herramientas maravillosas que hemos descubierto estos meses y que nos
pueden facilitar casi todo, pero es que educar es mucho más que un compendio de
conceptos, actitudes y habilidades que se puedan transmitir en un tutorial de youtube.
Entiendo perfectamente a quienes quieren que se vuelva a las aulas, pero también
es comprensible el temor del profesorado y de las familias. Les engañaría si
les dijera que tengo la solución a la vuelta al cole y también les está
engañando el que diga que la tiene. Ignoramos cuál es el derrotero de los
acontecimientos y no es descartable que este curso empiece como terminó el
anterior y con un horizonte menos esperanzador.
Y es que, además
de los problemas epidemiológicos, sanitarios y educativos, se nos vienen otros
de tipo socio-económico y laboral. No podemos dejar sin cole a niños que no
tienen medios tecnológicos para seguir las clases a distancia, y tampoco estamos
preparados para poner en cuarentena a todo un grupo cuando aparezca un caso, porque
no tenemos a quien cuide a los niños en casa ni podemos contar esta vez con las
abuelas. Y si no queda más remedio de que esto ocurra, será a costa de que alguien
deje el trabajo y ya verán como esto se lo adjudican a las mujeres, para que la
brecha de género se ensanche todavía más.
Parece que
septiembre viene complicado y ha dejado de ser ese mes fronterizo entre el
jolgorio de agosto y la normalidad del otoño. Yo tengo esperanza en que las
cosas salgan bien, como le pasó a Javier Mur y a todas las compañeras y
compañeros de Guillén. Entre todos salieron adelante, con mucho esfuerzo,
imaginación y ganas. Ya sé que eso no es suficiente y que ha de acompañarnos la
ciencia, el sentido común y una planificación meditada, repensada y en la que
tendrán mucho que decir las familias y, sobre todo, quienes tienen las manos
manchadas de tiza, quienes comparten el aire de las aulas con decenas de alumnos
y alumnas y los cuidan mientras el resto de padres y madres trabajan.
Publicado en el diario HOY el 26 de agosto de 2020
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