Todos los libros de estilo desaconsejan que las noticias o las columnas de opinión parafraseen los títulos de obras conocidas. Al pobre de García Márquez es al que más hemos maltratado y seguro que en medio mundo ya habrán encabezado textos que hablan de un concejal que no tiene quien que le escriba o de una crónica de una derrota o una dimisión anunciada.
Esta tarde llega el otoño, la que para algunas personas es esa estación preferida en la que no hace demasiado frío, tampoco mucho calor y no se sufren tantas alergias. El festival de tonos ocres y amarillentos, que a otros hace entrar en un proceso de decaimiento y tristeza, hay quienes lo recibimos como el inicio de todo. En nochevieja hay quien se come las uvas pensando un deseo y hay quienes hemos dejado de tomarlas porque disfrutamos más viendo la imagen de quienes se pelean segundo a segundo por llegar a la meta sin atragantarse.
Mientras esperamos el último veranillo del membrillo, me gustaría que este fuera un otoño sin patriarcas ni patriarcados. Ya han muerto 35 mujeres en lo que va de año a manos de sus parejas; los ultras entran en Chueca a gritar con el brazo alzado, al más puro estilo hitleriano, para amedrentar a la población LGTBI que allí vive; un diputado le grita bruja a una oradora en el hemiciclo, con un insulto que nos retrotrae a los tiempos de las hogueras, al medievo o a la santísima Inquisición.
Confío también en que este sea un otoño en el que la cordura venza a la superstición, en el que la ciencia sea más respetada que la mismísima ley, en el que la investigación tenga los recursos suficientes trabajar con la calma que da la continuidad y sin las prisas por obtener resultados contra reloj. Deseo que la próxima epidemia sea de empatía y que no encuentren vacuna, que se apodere lentamente del mundo, como hace la lava del volcán, y se lleve el cainismo, la desconfianza, la mentira fabricada y la insolidaridad con los semejantes y con los que no lo son.
Cuentan que hace poco más de 200 años el volcán indonesio de Tambora sumió al planeta en una nube negra que dio sus frutos en forma de creación. Hay quien afirma que aquellos inviernos oscuros llevaron a Mary Shelley a imaginar monstruos como el de Frankenstein. Un siglo después hubo una gripe apellidaba española que segó 50 millones de vidas y duró dos años, pero que alumbró genialidades artísticas como el surrealismo o la Bauhaus. Hoy, otro siglo después, inauguramos un otoño en el que todavía hay luz al caer la tarde, en el que nos van anunciando festivales de teatro, conciertos memorables, recitales poéticos, exposiciones, bibliotecas sin límites y escuelas alegres donde se aprende y abunda el respeto.
Está en nuestra mano que este sea el otoño sin patriarcas que tanto tiempo llevábamos esperando: volveremos a las calles libres y sin miedos, no tardaremos en abrazarnos y recordaremos este bienio como aquel tiempo extraño en el que nos tocó vivir y que parecieron tiempos de cólera sin demasiado amor.
Publicado el diario HOY el 22 de septiembre de 2021
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