Aún estaban recogiendo de los colegios electorales todas las cajas de papel malgastado, cuando escuchamos que Pedro Sánchez disuelve las cámaras y convoca elecciones anticipadas para el 23 de julio, las primeras que se recuerdan en plena época estival. Así que el 6 de julio, junto al habitual chupinazo de Pamplona a las 12 del mediodía, habrá otro chupinazo a la medianoche para iniciar una nueva campaña con más vallas publicitarias, banderolas, mítines y unas cartas no deseadas en los buzones que no hay manera de parar.
Hay gente que
sabe más de cuestiones de oportunismos y estrategias políticas y yo no me atrevería
ni a calificar la idea del adelanto electoral como una genialidad visionaria,
ni a tildarla de incauta huida hacia adelante. No acierto a saber si Sánchez pretende
pillar a traspiés al resto de partidos, o si trata de escenificar una campaña
en la que la derecha y la ultraderecha vaya pactando en ciudades y comunidades
sin las reservas que todavía existen en muchos países de Europa ante este tipo
de alianzas.
Hace justo cinco años también parecía imposible que triunfara aquella moción de censura de un Pedro Sánchez renacido tras su defenestración por negarse a abstenerse en la investidura de Rajoy. En estos cinco años han cambiado unas cuantas cosas y otras siguen igual. Se han subido los salarios mínimos y una reforma laboral ha dado mayor estabilidad a los contratos laborales, que eran de los más efímeros del continente. Sin embargo, hay situaciones que comienzan a ser muy preocupantes, como la especulación salvaje de bienes de primera necesidad, como son la vivienda o la energía, sobre la que todavía no se han podido aplicar medidas efectivas para paliar sus graves consecuencias.
En cualquier caso, de poco valen propuestas que benefician a los sectores sociales más desfavorecidos si no se explican como es debido. El resultado es que cualquier mensaje trumpista y simplista cala más en el electorado que cualquier propuesta seria destinada a solventar una grave necesidad de amplias capas de la población.
¿Es necesaria una mayor pedagogía política en este país? Sin duda. Porque las vorágines electorales, que a veces giran en torno a bulos o medias verdades que no son las dificultades cotidianas de la población, acaban por crear el caldo de cultivo para que no se distinga de dónde provienen los verdaderos problemas de la mayoría de la gente. Y esa falta de pedagogía de algunas formaciones políticas hace que su electorado natural no vincule los nocivos efectos de determinadas políticas con los males que padece, como le ocurría al que preguntaba qué tenía que ver la aprobación del despido libre con el finiquito que le acababan de dar en un sobre. ¿Lo verá más claro en pleno verano? No sé.
Publicado en el diario HOY el 31 de mayo de 2023
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