Hace varias décadas tuve que hacer un curso obligatorio para quienes trabajábamos en la formación ocupacional y continua. Entre los asistentes había profesores de las más variopintas especialidades, desde informáticos a mecánicos, pasando por unos cuantos que nos dedicábamos a enseñar idiomas.
En uno de los últimos módulos, que así llamaban a cada una de las partes del curso, nos informaban de cuestiones legales sobre el acceso al trabajo y se suscitó una polémica sobre una nueva norma, la que reservaba un porcentaje de plazas en cada oferta de empleo público para minusválidos, que era la palabra que se usaba entonces y que hoy nos horroriza.
He recordado aquella discusión cuando me contaron un par de casos que guardan cierta relación. El primero es el de una persona con discapacidad que ha tenido que litigar con su Ayuntamiento a cuenta de la nota del último ejercicio de una oposición, sospechosamente rebajada para que la plaza de discapacidad quedara desierta y pasara al denominado cupo general.
El segundo caso, del que dio cuenta este periódico las emana pasada, es el de la pacense Berta Domínguez, que tras sufrir un gravísimo accidente mientras estudiaba Medicina fue capaz de acabar la carrera y aprobar el MIR. La cuestión es que, a pesar de haber superado todos los requisitos formativos que requiere el ejercicio de su profesión, se le impide trabajar por su condición de tetrapléjica.
Sí, no hace falta que nos expliquen que sus condiciones físicas le impedirían realizar operaciones a corazón abierto o colocar una clavícula en su sitio, pero también creo que, como sociedad, no podemos permitirnos algunas de las consecuencias que surgen de este caso. El primero es que, en unas circunstancias en las que cada vez necesitamos más y mejor personal médico capacitado, tal vez estemos desperdiciando los conocimientos adquiridos por Berta durante toda su formación.
El segundo es quizá más importante. ¿Sabemos de qué manera tratar a quienes tienen discapacidad? ¿Por qué tendemos a destacar las dificultades que puedan tener esas personas en lugar de fijarnos en todo lo que sí nos pueden aportar en positivo? Estoy seguro de que con las oportunas ayudas y adaptaciones hay muchísimas tareas que pueden llevar a cabo las personas con discapacidad y que ese logro tiene un incalculable valor añadido: el de integrar en la sociedad a quienes desde el nacimiento o por accidente han sufrido o padecen alguna enfermedad o impedimento.
La discusión en aquel curso derivó en un vendaval de frases capacitistas y acusaciones de tramposos a quienes se aprovechaban de sus discapacidades en determinados procesos selectivos. Fue entonces cuando la profesora se levantó y preguntó: ¿Os cambiaríais por ellos? ¿Preferiríais quedaros con sus discapacidades a cambio tener las compensaciones que solo ahora están empezando a recibir? ¿Os imagináis las posibilidades que tienen estas personas cuando entregan un currículum en una empresa privada? No hubo más respuesta que un silencio esclarecedor.
Hemos avanzado mucho desde entonces y hoy existen proyectos interesantísimos en los que trabajan personas con discapacidad física o intelectual. Espero que todo lo que sabe Berta será de gran utilidad para la salud de sus pacientes: fijémonos más en sus capacidades en plural que en su discapacidad.
Publicado en el diario HOY el 14 de junio de 2023.
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