Se celebró la semana pasada un juicio en Badajoz a un presunto desalmado. Su
crimen había consistido en
la tortura de unos cachorrillos con el agravante de haberlo recogido en imágenes y haberlo
expuesto en
internet. Cuando ocurrieron estos hechos se produjo un vendaval de indignación
y eran muchos los que se preguntaban cómo alguien era capaz de hacer sufrir
gratuitamente a otros seres vivos sin obtener beneficio alguno. Mientras el
presunto torturador de cachorros espera sentencia, el Jefe del Estado pide
perdón. Ya sabemos que se ha equivocado, que lo siente mucho y que no lo
volverá a hacer más. Solo nos falta saber el quid de la cuestión, porque todavía no nos han esclarecido si el
error estaba en
el viaje, en
la compañía, en
la caída inoportuna, en
el abandono del nieto herido y hospitalizado, en el dispendio causado a las arcas públicas
o en la
aceptación de invitaciones para actividades tan poco humanitarias. En tanto se aclara todo
esto, uno sigue preguntándose qué diferencia a los cachorros del paquidermo, y
por qué una actividad merece llevar a una persona al banquillo de los acusados
y otra es considerada como un noble deporte. Alguien que disfruta causando la
muerte y viendo derrumbarse a un ser vivo de cinco toneladas tal vez no sea la
persona más indicada para ostentar la máxima representación de un país. Pero no
nos escandalicemos demasiado: cuando se da por bueno entregar el más alto
puesto del Estado a una estirpe como esa, que se dedicó históricamente a las
hazañas cinegéticas, lo normal es que alguno de sus descendientes acabara
haciendo perrerías a los elefantes.
Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 23 de abril de 2012.
2 comentarios:
Por fin leo que alguien da en el quid de la cuestión, porque hasta ahora parecía que el problema era que el rey se marcaba unas vacaciones cinegéticas en tiempos de crisis y que nadie reparaba en el animal...
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