Nunca
habías pasado tres meses escribiendo sobre el mismo asunto. Fue uno de los
comentarios que me llegaron tras mi último artículo y que me hicieron
reflexionar sobre lo fácil que es seguir la corriente y hablar de lo que nos
marcan en la agenda. La prioridad informativa era única hasta que un
vídeo nos ha mostrado a un ciudadano de Minneapolis muriendo con el cuello
presionado por la rodilla de un agente de la autoridad.
Y es
que, mientras tanto, en casi todo el mundo las cosas seguían más o menos de la
misma manera. Y habrían continuado igual si las imágenes de George Floyd no se
hubieran captado y difundido. Habrían sido
como otras muchas de las que ya no nos acordamos. De la muerte de Breonna
Taylor el pasado 13 de febrero ni nos enteramos y del caso de Philando
Castile sabemos un poco más porque en 2016 lo mató un policía de Minnesota
porque no le funcionaba una de las tres luces de freno. A pesar de las
evidencias del vídeo y los testigos, un jurado blanco absolvió al policía.
Parece
que hubiera pasado mucho tiempo desde que Kobe
Bryant se estrellara en California. El color de su piel no era obstáculo
para ser admirado como el más grande después de Michael Jordan, cuya tez oscura
tampoco le impidió ser considerado un héroe. El musulmán nos da miedo si nos
vende baratijas por la calle y nos rendimos ante él cuando le abren la puerta
de la limusina en Marbella. Consideramos normal, en cambio, que otro magrebí
duerma en una nave si luego nos recoge los pimientos bajo el plástico de El Ejido
por 950 euros.
No
voy a aburrirles con datos sobre el más miserable de los pensamientos humanos,
aquel que hace creer a unos que su cuna, su estirpe, su formación, las
posesiones de sus antepasados, el credo que profesan o el tono de su epidermis les
hace ser más que otros. Pero sí que quisiera alertarles de la proliferación de
partidos e ideologías que resquebrajan consensos que creíamos perennes. En
diciembre de 2013 el mundo lloró a Nelson
Mandela y pensábamos que no había vuelta atrás, que no era posible volver a
tener sociedades segregadas, en las que te fueran pidiendo el carnet para ver
si tu origen te permitía sentarte en el autobús, tener derecho a un ingreso
mínimo vital o bañarte en una piscina pública. Hoy empiezan a surgir dudas por
doquier.
Ayer
me acordé de Ruby
Bridges, aquella niña negra de ojos expresivos que con seis años fue a un
colegio no segregado de Nueva Orleans, escoltada por policías federales porque
los de allí se negaban a hacerlo. El resto de padres blancos retiraron a sus
hijos y solo una joven maestra quiso enseñarle. Hoy esta historia de
discriminación racista nos parece increíble, aunque me pregunto si persiste con
otros formatos. Arrasar supermercados, aquí o allí, no servirá para solucionar
ese problema tan extendido del odio y del exceso de violencia policial, pero la
equidistancia no valdrá en estos tiempos que vienen: o se es antirracista o se
es lo peor de este mundo.
1 comentario:
Entre las bondadosas y hermosas verdades que conviven conmigo este confinamiento está un poema que dice:
Estábamos, estaban
sumidos en él tiempo.
Desvelalos,nostalgia.
Primavera,despiertalos.
Mi amigo Javier Agorreta siente muy sentidamente el simple, hondo y claro sentido ý sensibilidad, sensibilidad y sentido de esta sabiduría que trasciende las palabras y -"ainda mais"-los conceptos imperantes de otrora, de ahora y de después. Yo por ahora solamente le he acompañado para que soporte y aguante con paciencia y sin perder los nervios los cuidados y atenciones que -por su bien-le dispensó, dispensa y dispensare el personal al servicio de las "autoridades competentes" y su amplia red de colaboradores de todos los colores,incluido el arco iris y el malva.
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